miércoles, 6 de abril de 2011

Sección “Cartas para Todos”

Esta sección intenta que te des por recibido de un mensaje o carta que otro está mandando,  o bien mandarlo tú, en forma más breve, considerando que el “otro” ya se dio cuenta.

(Aquí imagina una fecha...la que tu quieras )
( Aquí tu nombre o el de cualquiera)       


Te quiero decir algunas cosas que creo que tu sabes mejor que yo, pero deseo platicar de las que en mí, todavía, me dan vueltas: El miedo se produce, entre muchas otras circunstancias, cuando el amor pierde intensidad y algo ha quedado de él. Miedo a perder un refugio, a no saber qué hacer con la costumbre, al asalto inevitable de otras cosas y  personas, a concientizar lo que parece ser injusto y al riesgo, también, de cometer la misma injusticia.
Pero sobre todo, miedo a perder ese poco que queda.
Dependiendo del grado de alejamiento, la circunstancia y la persona, ese miedo puede ser unilateral, compartido, o puede haber desparecido en alguno de los dos, porque a alguno, ya todo le importa mucho menos.
Haber dejado de amar y darse cuenta es, para este último, al que todo le importa mucho menos, a veces un poco triste y,  para el otro, una pena completa, según sea la circunstancia.
Pero sólo hasta que el último logra recuperarse (el de la pena completa), puede empezar a rescatar lo posible, a sufrir menos, a aprender, a separar, a vivir pleno otras escenas, algo que a la larga siempre se da.
Y cuando esto se da, se inicia un círculo dónde ambos se van  acomodando, se van yendo, hasta que un día se despiden en silencio y comprenden, o se van de repente,  porque la vida es también  imprevisible y amar, quiérase o no, también está en lo nuevo y también  busca su futuro.
En ese alejamiento, que no es todavía un final, se crea un sentimiento contradictorio que evita comprender como antes. A veces se finge comprender o perdonar, pero no se logra, aún que la emoción ha permanecido de alguna forma,  porque ya nada encaja como antes. Las escenas cambiaron, el afecto mismo dedica menos tiempo a  recordar momentos y se entrega a los nuevos sin resquemor... ¡Vive distinto¡
¿Quién es el responsable de que las cosas cambien? No sé.
Quién no hubiera deseado un milagro permanente donde todos tuvieran su historia realizada, coincidente, inmóvil o siempre renovada. No cabe esperar que nadie cargue con un afecto que a veces pesa como un bulto, y que se sigue cargando en los momentos en que ya está uno cansado
¿Por qué cambiaron? ¿Quien empezó a alejarse o quién amó siempre precavido? Es lo de menos, uno hizo lo que pudo y dejó de ser o sigue siendo, pero ahora busca su acomodo. Seguramente alguien ama menos y por eso a veces se halla mejor en otras partes, busca  otras cosas, se aburre más pronto, tiene menos interés en la conversación o en el abrazo, o aparece mucho menos en la mente del otro... sin que aún termine de irse 
Lo grave, lo bueno, lo malo, lo importante, es que uno  permanece así porque quiere, o porque en algún sentido, tampoco ha dejado de querer.

Posible Actitud:  
1.- La complicidad al rescate.
Quizás porque yo soy solitario, poco realista, menos organizado, con pocos ámbitos de realización y me doy cuenta tarde; quizás porque no tengo esa capacidad de “trabajar hacia adentro” que inventan los sicólogos,  o manejar las circunstancias; abonar la autoestima bajo el criterio de que la gente no va a cambiar, adecuar los celos a nuevas formas de libertad, determinar que muchas cosas dejen de importar, etcétera. Quizás porque soy menos hábil para alejarme a tiempo y de todas estas cuestiones en las que no soy experto, quizás por eso, es  que a veces me estaciono.
Pero de cualquier manera estoy obligado a aceptar que el otro adopte medidas que lo ponen a salvo y, tarde que temprano,  a ponerme yo, a salvo.
Las actitudes son un resultado que uno debe uno aprender a manejar, porque se crean distancias, ámbitos reservados, comportamientos sobre los que no se puede preguntar, relaciones donde no existe el otro, momentos en que se es totalmente inoportuno. Quien logra hacerlo  primero, quien mejor lo maneja, lleva ventaja y sufre menos, logra acomodarse.
Si uno quiere quedarse, tiene que aceptar las diferencias que ya estaban sin sufrir por ellas, e incluso sacar ventajas de entender lo que ha pasado, buscar las coincidencias y aceptar las maneras de ser que son posibles. Todo esto obliga a ser discreto y ver en ello una ventaja para mentir lo menos posible (¿?). Todo esto, considerando que ocultar algunos hechos, guardar siempre una imagen,  o ser muy cuidadoso, también es una forma de mentir. 
Más valdría, entonces, establecer formas de complicidad que comprendieran todo. 
Pero la complicidad requiere comprensión, valentía, criterio, confianza, bondad, respeto, una gran calidad en el afecto y, paradójicamente, mucho amor. La complicidad sirve  para crecer con otros momentos que no fueron juntos, pero que indudablemente se dan o se dieron; a veces sólo porque aún queriendo mucho la circunstancia era insalvable, a veces porque el otro no estaba, pero la vida sí, o porque los momentos regresan a hacerse presentes, a coexistir con otros.
Pero la complicidad no se puede tener si el amor va a la baja, si se está al rescate de lo que queda. La complicidad es distinta del afecto anterior, ahí está su raíz, y sólo cuando este afecto es muy grande, la complicidad aunada a la verdad, a la real importancia del otro, es que puede darse.
 Y es que en el ser discreto se van perdiendo muchas formas de entendimiento por evitar tropiezos, y un exceso de respeto en los momentos menos oportunos crea una  mayor distancia, porque el hecho no se acaba de entender. Porque no tenemos una visión clara de lo que está pasando, porque hay más amor a uno mismo que al otro, y no se puede hacer honor a la verdad. La discreción evita problemas, pero también es una forma de que  las cosas dejen de importar.
2.-  El ser sufriente.
Pienso si me duele lo que a veces creo es una ofensa, tuya o mía, pero me duele más la ausencia de momentos que se hubieran podido compartir. No me duele tu derecho a estar viva, a hacer nuevos espacios, a ser distinta en otros momentos.
 A mi no me duele nada que yo pueda comprender o que yo mismo sea capaz de hacer. Me duele más la ausencia, la falta de intensidad, las cosas que ya no están, y que eso no sea una tarea de ambos. 
Eso, mucho más que tener que obedecer las reglas del rescate a lo que queda. Pero nadie da lo que no tiene, o lo que no quiere.
Por otra parte y como quiera que sea, sé que logramos lo que se pudo y logramos  permanecer el tiempo que se pudo. Yo permanezco a través de esta forma de amor tan difícil de entender para ti, que es escribirte. Quizás porque me ido menos y eso es un error, quizás  porque entonces uno se vuelve más demandante o inoportuno.
 Pido una disculpa, tendré que acomodar mejor los días, “trabajaré” sobre las cosas que suceden. Eso pienso hoy, hoy que lamento ser tan demandante, porque te pido que platiques esta carta conmigo y quiero hacerte una pregunta después de que la leas.

Tú qué piensas.....    

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