Primer día.
Cuéntame de esa ilusión surgida de una esperanza
nueva, y si esto ha sido posible.
Si esa ilusión te lleva y sólo un antiguo miedo
a que pase, te regresa.
Dime, porque no tengo oportunidad fuera de ti,
y tendría que empezar a inventarme cuando
la tristeza no me alcance.
Cuéntame, porque no quiero mentirme ni mentirte,
ni imaginar un clavo ardiendo, ni una nueva
soledad que se compare con esta.
Dime si ha llegado el momento de una actitud
madura, si pasó ya el encuentro.
Segundo día.
Se que algo se ha ido muriendo en lo que digo,
me aliviaré en el tiempo que lleve poner o quitar
una palabra a este poema, seré sólo una historia
más que te saluda desde lejos.
Entretanto encontraré otra mujer distinta
que cante en un idioma que después de mi
desaparezca, pero que también se tarde
en conocerme.
No queda otro remedio que estar vivo y tú estarás
contenta de vivir sin esta aparición, sin estas letras.
Tercer día.
El mundo es así algunas veces, una feria de momentos
si se buscan, de rostros y actitudes; una apuesta a que
algo suceda, y una crueldad terrible cuando ya no hay fuerzas.
A veces algo que se recuerda, un desperdicio y una suerte.
El mundo es hecho de la soledad de todos, el encuentro de unos
cuantos y la aglomeración de historias que inútilmente buscan
su acomodo.
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