Intenta ser poeta aunque nunca hayas sido y
encuentra las palabras que siguen siendo un
mito.
Sábete incomprendido.
Vive la frase hasta agotarla, la alegría de estar triste, la realidad y su apariencia, quítales lo aprendido y que se muestren solas.
Ve la imagen en todo, robar lo que se pueda y llevarlo al papel. Acomoda las letras.
Tú igual que yo, detrás de un escritorio, moviendo una manivela, nadando entre dos piernas, sabiendo que estás cerca, afinando la cuerda o bailando arriba de ella.
Yo como tú, esperando en la puerta, queriendo que suceda, que llegue una respuesta como un punto final que reinicia el poema.
Intenta decir algo con pertenencia a todo,
anclado en los momentos, fingimientos o esperas,
alucinado desde siempre al fondo de Altamira
y triste de cruzar la calle sin tener una cueva.
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