Existen fantasmas que buscan su alimento en
momentos futuros que no les pertenecen.
Son los fantasmas viejos que platican entre ellos
y viven de lo ajeno.
Se esconden en las palabras o detrás de un objeto,
hacen apariciones en silencio, nos toman
de la mano sin que nos demos cuenta y suben
una escalera sin siquiera pisarla.
Aceptan un consejo con tal de estar cerca, pero como
cualquier fantasma atraviesan paredes y hay que
soñar con ellos.
No están detrás de ti, viven en la mirada y salen al
encuentro, buscan que alguien los nombre, se mueven
en espiral y esperan mi descuido.
Estos fantasmas saben nuestro nombre, nos sonríen y se
acercan, no viven en el tiempo, simplemente aparecen para
tener destino.
A veces son discretos, según su conveniencia, están en el
poema y quieren resolverlo.
El fantasma eres tú.
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