miércoles, 6 de abril de 2011

Los nombres


Yo, que llegué a comprender que si otro aparecía,

una forma de amor seguía siendo conmigo.

Usted, que al hacerlo, logró cambiar los nombres

y los signos.

A mí, que puedo darme el lujo de que me espere

otra mujer, que pienso en usted ahora y también ya no.

A usted que no le hace falta nada.


Por qué habríamos de irnos otra vez  sin despedida,

sin hablar desde aquí, sin entender allá, sin comprender

un poco.


Vamos los dos o los tres y platicamos, nos decimos

la verdad de su importancia y dejamos pasar su voz

entre nosotros.


Tengamos piedad de aquellos que finalmente nos habitan.










Ciudad de México, 1995.

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