A Antonio Pigafetta, cronista involuntario del viaje de Magallanes alrrededor del mundo.
Yo también busque consuelo en bares de quinta.
Me pasmó lo aberrante, estoy seguro que di lástima
al más pintado, y que mi cara espantaba a la complicidad.
Nadie tuvo una pena que fuera comparable, nadie
quiso hablar conmigo.
Sólo el cuaderno escuchaba, tratando de llevar al poema
el ritmo de un músico drogado.
No he sido nada más.
Nunca tuve un propósito de triunfo o de galera, ni me
eduqué en la voluntad del remo.
No conducía mi nave a capitán con destino o a soldados
dispuestos a fincar su gloria.
No traía conmigo el flamear de un estandarte invicto,
nunca tuve entusiasmo en la victoria,
llegué con vocación ireductible de aventura y fui castigado,
por flojo, en la cubierta.
Pasó el tiempo de la tornavuelta, me distraje y ahora
habito un continente extraño sin que nadie lo sepa.
Inútilmente busco la salvación en la mujer de al lado,
a sabiendas que un nuevo naufragio se daría al cruzar palabra,
y en esta soledad profunda, entrando por la puerta
del bar con metralleta en mano, me asalta el recuerdo
violento de quien quise.
Me embarco de nuevo en mi cuaderno y me encuentro
otra vez en un mundo absurdo, redondo y sin regreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario